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viernes, 30 de junio de 2017

INTERCONEXIÓN EN EL SAHARA (3ª parte de 4)



Cuando el sol se retira detrás del horizonte para ir a iluminar otras zonas de Gaia, decido que es hora del descenso. Estoy lejos y muy alta. Empiezo a esquiar para bajar rápida. Es la misma sensación del año pasado cuando descendí 1000 metros por la escoria volcánica del Etna, en Sicilia. En aquella ocasión tardamos unos 20 minutos. Os podéis imaginar qué inclinación, literalmente de vértigo. Fue una experiencia inolvidable. Esta vez tardo mucho menos, pues el desnivel y la distancia son bastantes menores. Al llegar al campamento prácticamente ha anochecido y un olor delicioso sale de la improvisada cocina. Nos saludamos. La parejita está reunida también alrededor de la mesita baja. Estamos sentados en el suelo. Mohamed enciende un pequeño foco y nos dice que en minutos el tajín estará listo. Huele que alimenta. Y por fin, ¡a cenar! Sencillamente delicioso. Es de pollo con verduras. Engullo las verduras. Sin prisa pero sin pausa vamos acabando con todo el plato y una vez saciados, la conversación se anima. Compartimos una charla interesante. Después, varias rondas de té. Me levanto para estirar las piernas, alejándome de mis compañeros y de la luz para contemplar el firmamento en total oscuridad y lo que observo me emociona de tal manera que mis ojos se humedecen y unas lágrimas de gratitud y plenitud asoman tímidamente. Y entonces me percato. Un corazón dibujado en el cielo. De verdad, diviso un grupo de estrellas que juntas forman un corazón. WOW… esto me deja sin pestañear. Me quedo contemplándolo por un largo rato, y al cabo vuelvo a reunirme con el mini grupo. Herman@s… lo que de día deslumbra, con la magia de las estrellas adquiere densidad y volumen. 



Sobre las 22.30 la parejita nos comenta que está muy cansada y que se retira. Hemos sacado los camastros fuera para dormir al raso. Nos damos las buenas noches. Nos quedamos Mohamed y yo. Me siento cansada y justo cuando le voy a decir que yo también me retiro a descansar, me dice: "Ven, subamos a la duna que hay detrás del campamento. Charlemos en su cresta mientras contemplamos el firmamento." Imposible resistirme a semejante proposición. Agarramos una botella de agua y él me va guiando. Comenzamos la ascensión. Me toma la mano fuertemente. Debemos detenernos dos veces, pues aunque la duna es pequeña, el esfuerzo es considerable y con la panza abarrotada, más. Es noche cerrada y no veo nada más que las estrellas. Tengo la sensación de estar en otro "lugar" diferente a este planeta. Me fio completamente de Mohamed. Es un hombre del desierto. Por fin coronamos y nos sentamos en su cresta. La luna bastante menguante ya, debe estar oculta detrás de una nubes que se intuyen, pues en ese trocito del firmamento no se aprecian estrellas. Nunca me había imaginado tantas estrellas refulgiendo en el cielo nocturno. Decenas y decenas titilando en un baile armonioso. Es de una belleza fuera de este mundo. Comenzamos a conversar. No puedo ver su rostro, tan solo su silueta. Y lo que sucede a continuación tengo claro que fue escrito hace mucho tiempo atrás:



"Nos sumergimos de lleno en una conversación profunda, tanto que un abismo sería diminuto. No podría reproduciros lo que hablamos, pero si lo que sentimos. Una conexión más allá de este mundo terrenal. Muchas de las frases que empezaba las acababa él y cuando él hablaba percibía que era yo misma, eran mis propias palabras… No hay duda… era un alma gemela… Él era yo, y yo era él… Es como si el telón de la cultura o religión se hubiera levantado y solo quedase la esencia. Y la esencia era la misma. La cultura es particular, el amor universal… y se muestra si somos capaces de traspasar el velo de la ilusión de la separación. Lo hicimos fácilmente. Hace tiempo que estábamos preparados. Vibrábamos en frecuencias tan similares que sentíamos que éramos uno. Hermanos, tal cual. No son palabras vacías. Congenio estupendamente con todos mis hermanos del camino, pues soy altamente empática, pero esta vez era distinto. Al escucharle era como oírme a mí misma, en todo y con respecto a mil temas. Nos reímos varias veces como niños, puros y sanados, en una conexión y calado tal que hacía tiempo no recordaba. No había ninguna mascara. Éramos solo dos espíritus del cosmos infinito y de la misma familia álmica que se habían reencontrado. Sentíamos latir el corazón al mismo ritmo y frecuencia. Percibíamos que portábamos el mismo corazón. Y entonces todavía hubo algo más que rizó el rizo. Me dijo: "¿te puedo dar un abrazo?". Me quedé en blanco sin saber muy bien que contestar. Todo parecía irreal y a la vez lo único real. La conexión de Todos somos Uno y Uno somos Todos, en 5D. Mi yo terrenal me decía que no. Y mi yo superior que por supuesto. ¿Adivináis a quien hice caso? Siempre a mi sentir, sin pensar, pues detrás del pensamiento reside nuestra esencia, nuestro verdadero Ser. El sentir es el pensar del Ser. Entonces ocurrió el milagro.



Jamás en mi vida nadie me había entregado ni yo otorgado un abrazo tan profundo y sentido. Era fundirse en un solo Ser. Es más, notabamos (así también lo verbalizamos) que nuestros corazones latían al unísono. La armonía, dicha, paz y alegría era desbordante. Miraba al cielo estrellado y me veía en la cresta de una duna en el Sáhara abrazada a un alma gemela. El tiempo de detuvo y entonces percibí nítido el mensaje que acordamos entregarnos antes de encarnar: Hay esperanza mientras mantengamos la llama de la Fe. Existen más hermanos como nosotros, no estamos solos y pronto nuestro complemento aparecerá por el horizonte. Lo reconoceremos prácticamente al instante, pues sentiremos cristalino y puro: eres tú. Tantas veces habíamos sentido que no pertenecíamos a este mundo. Más real que la propia "realidad". Habíamos llegado voluntarios de muy lejos, de estrellas distantes para colaborar, guiar y ayudar a trascender la 3D, entregando lo que somos. También caímos y volvimos a encontrar el camino de vuelta a casa. El plan es divino, ordenado, perfecto y de proporciones imposibles de entender por nuestro limitada biología tal y como la tenemos desarrollada por el momento. Innumerables Seres de Luz, semillas estelares siendo el ejemplo de lo que queremos ver en el mundo, con esfuerzo, sacrificio y disciplina, en este mundo donde Gaia es nuestra Madre. Con Amor es Servicio… Confiemos, confiemos y confiemos que el plan es siempre para nuestro mayor bien… el bien común. Unidos lo lograremos. No siempre nos llega lo que queremos, pero siempre lo que precisamos. Esto es de una exactitud matemática. No recuerdo más, solo ese sentir que me decía: no estáis solos hermanos, mantengan siempre la llama prendida de la Fe en vuestros corazones… La llama trina ahora precisa de mantenerse encendida contra viento y marea. Permanecimos así por un largoo ratooo. ¿Os lo podéis creer?"



Volviendo al presente del relato… Súbitamente se levanta un fuerte viento que nos pone como croquetas rebozadas en la arena. En ese momento le expreso lo que estoy sintiendo: este viento nos está advirtiendo que el mensaje ya ha sido entregado. El tiempo en esta vida se nos ha agotado. Así se lo hago saber. También siente lo mismo. Comenzamos el descenso. Me invita a subir en su espalda y bajamos a ciegas por la otra ladera de la duna, disfrutando como niños, alborotados y rebozados en arena… jejeje… No consigo ver por la oscuridad reinante, pero él sabe el camino de memoria. No le hace falta ver con los ojos para regresar al campamento. Y una vez abajo, al pie de mi cama que también espera al raso, nos despedimos con otro abrazo. Me mira a los ojos e intuye que me siento abrumada por los sentimientos y acontecimientos, feliz y triste, pues sé que nuestros caminos se separarán mañana. El en su cultura y su mundo y yo en el mío. Me dice… no te sientas triste, porque si no, no podré seguir con mi vida… Al escuchar esto, todavía le admiro mucho más, si cabe. Su aceptación, paciencia, alegría, serenidad, profundidad… me conmueve y resuena… Me voy a la cama absorta en mis sentimientos, y pensando que a la vez se ha producido un intercambio en esta interconexión. Apenas puedo dormir por la enormidad de lo vivido en el día de hoy. No solo ha sido el regalo del desierto sino el haberme reconocido en un alma gemela. 


Cuando dos culturas de cruzan y se comparte y respeta con humildad, tolerancia y flexibilidad, el aprendizaje es exponencial. Se comprende lo positivo, y se deja ir lo no tan bueno. Toda cultura porta aspectos de los que aprender y otros que mejor desterrar. Y siempre, hermanos, nos une mucho más que nos separa… Todo es cuestión de decidir en qué fijarnos… Las opiniones y las perspectivas son demasiado particulares y nos hacen juzgan con desconocimiento, para al final convertirnos en esclavos de nuestras propias creencias limitantes. Sin juzgar, nuestra esencia asoma por las ventanas de nuestros ojos en cada palpitar del Maestro Corazón… Y por poner ejemplos concretos… A los europeos nos consideran bastante materialistas, como robots y poco generosos y agradecidos, aunque también se nos admira por lo cumplidores y sensatos que somos en la concreción… Partiendo de sus limitados recursos materiales, se entiende que portan más riqueza espiritual que material, y es así… Sus conversaciones, en general, las percibí más profundas. Nos dan muchas vueltas en buscarse la vida. Aquí estamos más aletargados, pero somos más serios y responsables en todos los aspectos de la vida. No nos da igual una manera que otra, pero vivimos más en el pasado y futuro, y no en el presente, en el ahora… Solo son cuatro pinceladas de mi propia experiencia, luego habría que individualizar… 


Por eso digo que todas las culturas portan aspectos muy positivos que quizás otras culturas han perdido. Lo realmente grande es aunar y unir lo mejor de cada una, respetando cada particularidad y creencia. La unión del cóndor y el águila… Equilibrio entre lo material y lo espiritual es maestría… En estas cavilaciones me tumbo en la cama de la misma. Cierro los ojos y al volverlos a abrir lo que contemplo es sublime… el techo de la habitación… Dios mío… es un espectáculo extraordinario… Sopla una ligera brisa. Entro en un sopor placentero, sin llegar a dormirme. Mi corazón late con fuerza, él también está emocionado. Ha sentido a un hermano y unidos han danzado de nuevo. Casi toda la noche es un duermevela. Y cada vez que abro los ojos y veo el techo, ufff… Además, no estoy acostumbrada a dormir arrullada por el viento, y me siento como acunada. Es una sensación extraña y a la vez muy natural. Saboreo lo acontecido hoy. Ha sido un privilegio, a pesar de que me esperan lecciones de aceptación mañana… Creo que bastante tarde me quedo dormida. 

domingo, 25 de junio de 2017

INTERCONEXIÓN EN EL SAHARA (2ª parte de 4)



Después de las fotos de rigor y parada en este letrero a petición mía, comenzamos de verdad el día de hoy. Primero una hora por carretera hasta agotar el asfalto y después por pistas… que no se ven, pero que nuestro guía Mohamed las lleva guardadas en su memoria ancestral. Tiene un mapa cartografiado de la zona en su interior. Se le aprecia ser un gran experto en el desierto… Antes de abandonar la carretera paramos en una tienda de comestibles y allí, el tendero nos prepara un bocadillo de pan con una lata de atún con tomate. Nos la comemos in situ, sentados en unas cajas de frutas, a casi 40 grados que estaremos ya. Nos advierte que debemos comprar botellas de agua, pues ya no habrá más opciones hasta que mañana retornemos del desierto. Nos dice que él puede beber de los pozos, pues su estómago está preparado, pero que el nuestro… acabaríamos enfermando. Así lo hacemos. El guía permanece en silencio la mayor parte del tiempo, pero no es un silencio incómodo sino todo lo contrario. Quietud, sosiego, calma, paz… es lo que transmite. El silencio abre el entendimiento. De aquí en adelante tendré la sensación que el desierto no admite charlas vacías y sin sentido, superficiales y sin contenido. Es como si este paraje yermo, despoblado y estéril en apariencia, pidiera solo profundidad de sentir y expresar. En estas cavilaciones ando cuando Mohamed nos pregunta si hemos terminado. Le decimos que sí y de la misma mete las botellas de agua en una neverita desvencijada. En nuestras sociedades, la hubiésemos considerado vieja y destartalada y comprado una nueva. El cierre se rompió hace tiempo y para ello le han dispuesto una goma que hace las veces de cierre.



Y como os decía, entramos de lleno en este páramo desolado y abrasado por la fuerza del astro Rey. Estamos todavía lejos de las dunas. La carretera se termina y empezamos a recorrer las pistas (por decir algo, pues no se ven claramente, más bien se intuyen). De repente, divisamos una gran manada de camellos. Paramos a sentirles de cerca y hacernos unas fotos. Un amigo de Mohamed está sacando agua del pozo a la manera tradicional. Sin motores, solo con la fuerza de los brazos, un cubo y una polea. Y a repetir la operación centenares de veces. Así tienen el brazo, que parece que no sale del Gym. Saluda a nuestro guía cordialmente. Éste nos explica que en pleno verano muchos pozos se suelen secar y es una verdadera catástrofe para las familias y los animales. Deben llevarles a pozos más lejanos donde apenas hay comida. Decidir si morir de hambre o sed… está claro que es más esencial el agua. Para no morir de hambre les engordan antes de que llegue el momento más crítico. Vida extremadamente dura hace seres humanos sin tonterías ni superficialidades, y sin maldad. Aquí no es posible, pues nada hay… A lo que iba… En esta manada habrá unos 50 camellos con sus crías que todavía están mamando. En este momentum tengo la sensación que el tiempo se ha detenido y que solo existe la eternidad, pero una eternidad llena de vida, de paz y serenidad. Es muy evocador, a pesar de los casi 50 grados. Si bien es cierto que en un ambiente tan seco, se puede aguantar más o menos "bien". Mi teléfono está ardiendo. Decido apagarlo. Nos montamos en el todoterreno y seguimos rumbo a las dunas.



En la lejanía, se divisan manadas de burros salvajes. Burros que en su momento escaparon de trabajar para los humanos y han formado familias. Se acercan a los pozos a beber. Esperan su turno, pues saben que tarde o temprano los pastores o los 4x4 pasarán y les extraerán agua. Se alimentan de los escasos matorrales que crecen por estos páramos. También observo la mágica planta "Rosa de Jericó", por docenas. Es un simple matojo, mustio y seco, que puede permanecer así durante años, y de repente con unas pocas gotas de lluvia se abre de nuevo a la vida. Realmente digno de mencionar (solo la había visto en documentales). Llevamos ya como unas dos horas traqueteando por este pedregal, cuando nos detenemos de nuevo en un oasis a espirar las piernas. Al bajarme del coche y levantar la vista tengo la sensación que el tiempo se ha detenido hace miles de años. Nada ha cambiado desde entonces. Hay un pastor por fuera de la muralla de adobe que protege al oasis. Cabras por aquí y por allá y una paz, difícil de plasmar en palabras. Mohamed nos explica que los oasis son autosuficientes en todo. Gracias al agua pueden plantar los vegetales que necesitan. Animales pastando en los alrededores. Para la construcción de casas usan los ladrillos de adobe que ellos mismos fabrican y para las vallas usan las hojas de las palmeras. En octubre es la cosecha de los dátiles. Cada familia cuida de sus palmeras con sumo mimo y cuidado. Es una de las fuentes principales de su economía. Cada una está marcada con el sello de la familia en cuestión y así, saben cuales pertenecen a su clan. Unos especialistas son los encargados de subirse a ellas de forma tradicional. Con extrema pericia y arriesgando a precipitarse en el vacío, van cosechando los frutos tan valiosos para los locales. Después de descansar un rato volvemos a la máquina. Y tras otra media hora de serpenteante paseo por colinas y llanadas, de repente el guía nos indica con el dedo hacia delante y dice: Erg Chigaga.



WOW… en la lejanía se perfilan lo que parece las siluetas de las primeras dunas. Según nos vamos acercando, el tamaño nos va dejando boquiabiertos. Y ya al lado de ellas, parecemos hormiguitas. Mohamed sabe manejarse como pez en el agua con el 4x4 y cómo colarse por los pasos bajos y así,  finalmente llegamos al campamento. Son ya alrededor de las 18h. Bajamos del coche y nuestro guía nos explica el funcionamiento del campamento. A la parejita les asigna una tienda y a mi otra. Hay otras dos que se quedarán vacías hoy. Ha sido un privilegio venir con solo dos personas más. Nos ponemos cómodos. Mohamed nos invita a sentarnos para que descansemos, mientras él va a preparar el té. Nos explica que tendremos tiempo libre suficiente para recorrer, subir y bajar las dunas que queramos hasta que anochezca. Todavía hace demasiado calor. Cenaremos juntos tajín, que él mismo cocinará al carbón, como todo buen tajín que se precie. En 20 minutos sale con el té preparado. Ritual de té marroquí. Por tres veces se llena un vaso y luego otra vez de nuevo a la tetera. Azúcar al gusto del que hace el té, y las hierbas aromáticas también: puede ser menta, romero, tomillo… depende… Charlamos animadamente al lado de una de las tiendas a la sombra. Hace un calor achicharrante y Mohamed se quita el pañuelo de la cabeza (lo tenía puesto estilo bereber), lo moja en agua y me lo pone por los hombros. ¡Guau! Con la pequeña brisa que corre parece que me acabo de sentar debajo del aire acondicionado. Me explica que es la forma de los bereberes de resistir al calor. El tejido debe ser algodón. La conversación se anima. Entre los hombre hablan en árabe, pues aunque la chica y los dos chicos hablan bereber, son dialectos difíciles de comprender entre sí. La chica no habla árabe, solo bereber y entre los cuatro hablamos inglés. Jejeje… un popurrí de lenguas y un buen rollo impresionante.  



Después de la ceremonia del té, la parejita se retira a su tienda y nos quedamos Mohamed y yo a solas. De repente mi brazo capta su atención y me dice con una sonrisa llena de alegría: Maktub. Acaba de descubrir mi tatuaje escrito en árabe. Se queda estupefacto. Le ha emocionado y a mí también. Me pregunta si sé lo que significa y le contesto que si no lo supiera, no lo me lo habría tatuado. Se queda pensativo y al momento parece que todo encaja… para él y para mí. Me mira fijamente y aunque aparentemente todo sigue igual, todo ha cambiado. Me habla en un tono diferente y con unas palabras que me resuenan completamente. Son mis palabras en su boca. Lo que me dice es la voz de mi propio ser. No doy crédito. Me explica que estaba escrito que vendría al desierto. Maktub significa "lo que está escrito, escrito está". Por mucho que planees algo, si no está de salir, no saldrá. Los momentos claves de nuestra vida están acordados, pues es necesario experimentar y pasar por esos puntos. Cuando se habla de destino no se debe interpretar como algo cerrado, inamovible, inalterable o estático. Para ello portamos el libre albedrío, usado con altas probabilidades de que sucedan las diferentes opciones nos llegan. La última palabra la portamos nosotros, mas a la vez, lo que está escrito no se puede cambiar. No sé si me explico. Parece contradictorio pero no lo es. Metidos en estas conversaciones, absortos y en comunión, la eternidad avanza. Súbitamente decido que debo moverme o no disfrutaré de las dunas. Nos despedimos hasta dentro de un ratito, tomo agua en mi mochilita, cámara en mano y empiezo la escalada por las montañas gigantes de las dunas de Erg Chigaga… todavía ensimismada por la conversación mantenida. Tengo la sensación de que conozco a este hombre de otro "lugar".



El trekking da comienzo… Y llegado este momento os tengo que explicar donde estoy… Erg Chigaga… un mar de dunas de unos 45x20 kilómetros cuadrados y de hasta 300 metros de altas… Trepo a la duna más cercana, de tamaño medio, en comparación con las que están alrededor… me cuesta llegar. Enfrente de esta duna, otra más alta asoma paciente en un mar interminable a la vista de hermandad, y al fondo la súper duna. Después de recuperar el resuello y de beber un poco de agua, analizo cual sería el camino más corto y sencillo hasta la escalada de la siguiente duna. Miro hacia abajo y veo ya las tiendas como hormiguitas. Y quizás, lo que más sobrecoja… El Silencio Absoluto… y lo escribo en mayúsculas porque solo aquel que lo haya experimentado es capaz de entenderme. No hay ningún sonido y ello provoca una inconmensurable paz, quietud y sosiego. Es tan inmenso que impresiona e impacta. Y me pongo en marcha… voy poco a poco. Trepar dunas tan gigantes me deja extenuada, pues es un esfuerzo considerable y requiere de bastante pericia para no caer rodando por la duna. Se asciende por la cresta, y el equilibrio es fundamental. Menos mal que, aunque soy menudita físicamente, estoy en forma. Mi condición física es bastante poderosa, tanto en agilidad, como resistencia y coordinación. En mi vida diaria hago deporte. "Mens sano in corpore sano." Nuestro cuerpo físico es el templo de Dios, que habita en nos. Tengo un gran respeto por el cuerpo que se me ha otorgado y procuro cuidarlo en todo lo que esté en mi mano, sin obsesionarme tampoco. Alguna vez le doy caña… jejeje… Volviendo a la narración… Asciendo a la siguiente y ahora sí: lo que puedo observar desde su cumbre, es algo que me cuesta describir con palabras… Si tuviese que elegir una diría… PAZ inverencial… en este momentum siento un pálpito inefable de inmensidad, de recogimiento, de libertad, de desmesura. La belleza de tan gran escenario rebasa todo intento de descripción.



Una vez arriba, descanso de nuevo (subir hasta aquí me ha supuesto varias paraditas). Aprovecho a sacar decenas de fotos. Está empezando a anochecer y todo se tiñe de un color rojo fuego que todavía hace del desierto más misterioso. El campamento ya no lo diviso. Queda oculto por la primera duna a la que subí. Desde esta cima, la siguiente es la madre de las dunas que están por esta zona. La encaro y me pongo en marcha. No puedo dudar más, pues tengo justa la luz para llegar a su cima, ver anochecer desde su cima y bajar a cenar. Esta vez el esfuerzo es el doble. A ratos sopla un viento fortísimo. Me tengo que ajustar el pañuelo como me ha enseñado Mohamed, al estilo bereber, para evitar tragar arena y que se me llene la cabeza y los oídos. Avanzo lenta pero segura. Con ritmo decidido voy alcanzando la cima. De vez en cuando debo pararme a tomar aire. Y por fin corono esta gigante. Me tiemblan las piernas y la boca la tengo seca no, lo siguiente. Doy un trago de agua, sentada con cuidado en la cresta de esta montaña de arena. Contemplo la vastedad del océano de dunas, hasta donde se pierde la vista… Solo arena y cielo. Y nuevamente un silencio abrumador, al normalizar mi respiración. Es fácil dejar la mente en blanco, el escenario invita a ello. Y aquí, bañada por la magia del lugar donde me encuentro, contemplo el anochecer. El sol todavía calienta bastante y para despedirse por hoy se tiñe de naranja, expandiendo esa tonalidad tan enigmática por todo lo que se deja acariciar. 


sábado, 17 de junio de 2017

INTERCONEXIÓN EN EL SAHARA (1ª parte de 4)

De repente al despertarme, me doy cuenta de donde estoy. Al abrir los ojos y observar la decoración tan marroquí, retorno al presente. Ayer caí rápidamente en un sopor profundo, debido al calor y al cansancio acumulado. Todavía mi cuerpo no estaba aclimatado a estas latitudes. Ahora, al ser consciente del día que tengo por delante, la emoción y excitación se adueña enteramente de mí y de un brinco salto de la cama. Me visto apresuradamente y subo a la azotea a desayunar. Tengo un hambre voraz, pues ayer no pude cenar nada, más que unas nueces, unas patatas fritas y una barrita energética de chocolate. Llegué de Marrakech a Zagora a las 23.15, el pueblecito de entrada al desierto del Sáhara. Después de ocho horas traqueteando para salir de la gran ciudad y cruzar el Atlas por el Sur, haciendo escala en la floreciente Ouazarzate. Ciudad a cuatro horas de Marrakech. Todavía me quedaban tres horas más de viaje. Hoy es mi tercer día en Marruecos y mi periodo de adaptación toca a su fin con la experiencia de ayer. Aprovechando el paso del autobús por la carretera, los locales salían a su encuentro y hacían parar al bus. Cada vez que se detenía en ruta, había carga de fruta u otros paquetes misteriosos. Y es que además de transportar personas, también es transporte de mercancías. Capto que será la tónica de los viajes en transporte público (una media de 250 km en unas 7 horas). Ayer me cocía literalmente en el autobús de lujo sin aire acondicionado a casi 40 grados fuera. No recuerdo haber sudado tanto en mi vida y no podía beber mucho líquido porque solo hizo una parada para ir al servicio (intuía que pararía poco para ello).

En la carretera poco tráfico de coches, solo camiones a decenas y mi autobús adelantado a uno, dos, tres, cuatro… perdí la cuenta… Adelantamientos de vértigo, subiendo y bajando puertos de montaña, con más curvas que rectas. Eso sí, el paisaje me dejaba sin respiración de su majestuosidad. Altas montañas, rocosas, áridas y desérticas y al fondo del valle, por donde fluía el agua, un vergel. No perdí ojo a cada detalle. Por suerte, logré sentarme en primera fila. Me sentía como en el cine. Los pueblos que atravesábamos era de la España de antes de la guerra, en estilo árabe, claro… Lo que más me llamaba la atención era el color adobe de sus casas, y nada de cemento en las calles… solo polvareda de caminos… nada de maquinaria agrícola, solo burritos… en esta zona tan rural. En Ouazarzate anocheció y las tres horas que me quedaban lo haríamos de noche. Una pena porque me perdí el paisaje lunar, salvaje, indómito, desértico del Valle del Draa (lo vería a la luz del día a la vuelta). Un valle estrecho que corta en dos esta cadena montañosa y permite el paso para llegar al otro lado del Alto Atlas. La carretera zigzaguea al ritmo del río Draa, ahora bastante seco por la presa de Ouazarzate (dramático hecho para los habitantes del valle). Y así, sintiéndome agotada de tantas horas de traqueteo y sudoración profusa, llegamos a Zagora. Por la mañana había llamado al hotel para decirles que me saldrían a buscar al bus. No me apetecía llegar tan tarde a un pueblo pequeño, en el que, por cierto, la carretera se acaba literalmente unos kilómetros más adelante. Para salir de allí es obligatorio volver a Ouazarzate.

Nada más bajar del autobús, el enjambre de abejas a la miel… Hi madam, do you need a hotel? Gracias a Dios que en cuestión dos-tres minutos, mientras saco mi mochila de la panza del bus, se acerca Samir, el encargado del hotel, con el que hablé esta mañana. Se cerciora que soy Raquel y de la misma nos vamos en taxi a su hotel (precio como de 1 euro). Está en una zona humilde del pueblito. Viendo la calle donde se encuentra, nadie diría que allí puede haber un hotel. Check in rápido y a dormir. Estoy muerta. Antes le digo a Samir que mañana quiero ir a dormir a las dunas del Sáhara, y no a cualquiera sino a Erg Chigaga… Veréis, hermanos… El año pasado estuve a punto de venir a Marruecos y al final no pudo ser. Una de las razones principales de elegir Marruecos era venir a pasar una noche en el Sáhara, al aire libre, y poder contemplar el firmamento sin contaminación acústica ni lumínica. Hay algo mágico y misterioso que me llama, con respecto a los desiertos. Ya dormí en un caravasar en medio del desierto en Irán hace dos años, pero no en las dunas, y me quedé con la espinita. Además hubo luna llena en aquella ocasión y de tanta luz que daba no pude disfrutar del espectáculo que ofrecían las estrellas, cuando la gran dama hizo su aparición a la vez que el sol se escondía, en un ángulo de 180 grados. Fue alucinante. Justo el día antes de otra gran Conexión, pero eso pertenece a otro libro. Lo que sí me llamó la atención, en aquella ocasión, fue que la luz de la luna llena sin contaminación lumínica era tan potente que se podía leer un libro perfectamente.

Así hoy, al despertar y darme cuenta de lo que me espera en este día, subo las escaleras de dos en dos, a la azotea de hotel. Samir me dice que en cinco minutos me trae el desayuno. La decoración de la terraza tan estilo árabe me encanta. Devoro lo que trae y en media hora nos sentamos a negociar. Sé que hay alguna agencia en la calle principal, pero estoy tan a gusto sentada en la terraza tomando un vaso de té tras otro que decido escucharle para ver si me convence sus opciones. Por cierto, el ritual del té marroquí y su mezcla con hierbas aromáticas es algo que se me ha quedado grabado en mi corazón… y en el paladar… jejeje… delicioso… A lo que iba… Con un folio en la mano me empieza a explicar las diferentes opciones… dunas más cercanas y pequeñas, otras medianas y algo más lejanas, diferentes combinaciones y precios más asequibles… blablabla… le digo que no gaste más tiempo y energía… solo iré a Erg Chigaga… Para que me entendáis… Es la auténtica entrada al Sahara… Está todavía bastante lejos de Zagora. Hay que ir a Mhamid, el último pueblecito, donde la carretera se termina, y luego por pistas y en un 4x4 se alcanza Erg Chigaga en unas dos o tres horas de travesía. Claro, las demás opciones son más baratas y plausibles. Samir me dice el precio y doy un respingo. Me explica que estamos en temporada baja, pues ya hace mucho calor y que apenas hay viajeros (en verano aquí no hay negocio por el excesivo calor). Si alguien se uniera a esta excursión saldría más barato.

Me quedo con cara de pena profunda. Le debo conmover porque me explica que va a hacer unas llamadas. Vuelve y me dice que ha hablado con todos sus contactos y que es cuestión de esperar a que alguien se presente hoy en Zagora y quiera realizar la misma excursión. Va a ser un milagro si lo logro. Todavía es pronto (9.30h), así que hay tiempo. De mientras Samir y yo charlamos de la vida, le enseño fotos de donde vivo, tan montañoso y verde por todos los rincones. Se queda maravillado, al igual que yo de donde estoy. Lo que no estamos acostumbrados, lo que no está en la rutina, en nuestra zona de confort siempre sacude el alma y abre las puertas a una mayor compresión, tolerancia y respeto por otras culturas, cuando se viaja en modo Humildad. Al compartir nuestra cultura nos enriquecemos y lo que no sea eso, no es útil y no sirve. Lo que separa es de muy baja vibración. Siempre hay más que nos une, que nos separa. Todos portamos un gran valor, somos preciadas joyas de Dios, todos y cada uno de nosotros, no hay comparación, cada uno en sus misiones. Tic tac tic tac… el tiempo pasa y las llamadas nos interrumpen cada poco. En cada una de ellas rezo y pido al Universo que me conceda este deseo. Fue realizado tiempo atrás y hoy debo llegar a Erg Chigaga. De momento no hay suerte. Samir me repite una y otra vez… Inshallah, Inshallah… si Dios quiere y me lo concede… Ojala… Y nos dieron las 10, y las 11, las 12… y nada… Comienzo a impacientarme y a aburrirme… Samir se va y vuelve varias veces… y de repente, en una de éstas y después de colgar el teléfono me mira y me suelta: has tenido mucha suerte, eres afortunada… Hoy dormirás en Erg Chigaga. ¡Eureka!

Me explica que en pocos minutos llegará el guía con la parejita que se ha decidido a hacer lo mismo que yo. Regateo un poco más el precio y le incluyo paseo en camello sin incremento. Acepta. Subo a la habitación a empaquetar lo poco que traigo. Puntual, en 20 minutos oigo mi nombre: Raquel… Your guide is here… come… Y así lo hago. Cuando bajo las escaleras y veo al guía algo me sacude: ¡toma ya! ¡Qué suerte he tenido con el guía! Algo en su áurea fue captado de inmediato por mi Ser… Su porte reflejaba dignidad, respeto, integridad… Sus ojos, inteligencia… yo diría sabiduría… Sus gestos, elegancia, tanto al moverse como al hablar. Profesionalidad y orgullo sin vanidad en su trabajo, solo emanada por personas que adoran lo que hacen y que no te ven como un monedero con patas… percibí un gran respeto y repito… dignidad máxima… Así que, radiante e hinchada de felicidad por la doble suerte de hoy, me monto en el 4x4 y saludo a la parejita… Son dos jovencitos de padres marroquíes que ya nacieron en Holanda, ella abogada y él comercial. Me presento y sin más preámbulos salimos pitando hacia el cartel más famoso de todo Marruecos, en el que se advierte que Tombuctú está a 52 jornadas en caravana de camellos. Y es que Zagora era el último pueblo antes de que antaño los comerciantes bereberes se adentraran en el Sáhara, lo atravesaran de norte a sur para llegar al África subsahariana e intercambiar mercancías entre los diferentes imperios...

CONTINUARÁ...

domingo, 11 de junio de 2017

Siente tu corazón

Todo aquello que nos separa, desune, aparta y hace diferencias comparativas proviene de la dualidad, del ego que ve fuera enemigos en vez de amigos... Diferentes paises, culturas, religiones... que nos mantienen alejados unos de otros... Todo esto pertenece al viejo patrón de la 3D... es tiempo de dar el salto... Nos inculcaron los prejuicios en contra de otras etnias, culturas, o religiones haciéndonos creer que la nuestra es la correcta y que los demás están equivocados...

Si hubieras nacido en un país musulman o hindú, ¿qué religión crees que profesarías? ¿No es más sano y noble educar en libertad de pensamiento para que el niñ@ llegado el momento decida por sí mismo? Nada hay que temer, si educamos en amor, respeto, confianza, integridad, paz, unidad, armonía, belleza... esa es la verdadera esencia del Ser humano. Siempre hay muchísimo más que nos une que nos separa... Nosotros decidimos en que fijarnos... Yo decido ver el mundo con mi corazón...

Los enemigos que vemos fuera son un reflejo del nuestro estado interior... cuando entiendes y sientes que el único enemigo a vencer eres tú mismo, la guerra se termina... pues en realidad nunca hubo guerra, solo era tu filtro mental... La clave: aceptación proactiva. Recuerda hermano... nada de lo que los demás te hagan es personal... Ellos están en su propio camino, y debemos aceptar y respetar... Si no encaja en ti, alejate. Fe en el plan divino, aunque a veces nos renegemos y no lo entendamos...

Cuando el Amor nos revela el sentido profundo de la existencia, todo el Universo es nuestro hogar, y todos los seres, animados o inanimados son nuestros hermanos... por ello la única nacionalidad es la humanidad vibrando en Amor incondicional... Todos somos preciosas y preciadas joyas de papi mami Dios... Debajo de los condicionamientos externos late el mismo corazón de Amor que anhela volver a casa... a la Unidad que somos...

Con Amor y en Servicio, Raquel... Luz dorada soy...