A eso de las 6.00
Mohamed nos despierta. Ya ha amanecido aunque todavía está algo oscuro… Nos
explica que los camellos esperan para dar una vuelta de una hora y que luego
desayunaremos. Cuesta arrancar, pues casi no he dormido. El chico de los
camellos lleva un turbante gigante, los ojos con el kohl y la túnica bereber,
al igual que Mohamed. En realidad son las 5.00, pues en dos días comienza el
Ramadán y hoy han retrasado una hora el reloj para que el Ifhtar, que es cuando
rompen el ayuno (cuando el sol se pone en el horizonte), sea sobre las 19.30 y
así no estén tantas horas sin beber con este calor. Por el momento, a estas
horas de la mañana la temperatura es bastante agradable. Nos acercamos a los
camellos y nos vamos montando uno a uno. Soy la primera. Al ponerse en pie, es
cuando percibo desde su lomo la gran estatura de estos sagrados animales del
desierto, majestuosos, dignos, solemnes, regios… Se mueven en ritmos pausados.
Una vez estamos todos listos, comienza el tour en fila india. Estos animales
tienen fama de tener un carácter pelín borde y en seguida lo puedo
comprobar. El mío no hace más que intentar morder al de delante. Su cuidador
cambia el orden y pone al mío en medio. Asunto arreglado. Parece que no le caía
bien su compañero y ahora que él está por delante se queda relajado. En
seguida me doy cuenta que montar en camello es doloroso para las partes más
intimas. Los tres son machos. Y así, al ritmo relajado de los camellos, pasamos
una horita experimentado como caminan por las dunas. De vez en cuando se paran
a mastican algún hierbajo seco para luego rumiarlo hasta dejarlo como papilla.
La pareja y yo estamos en silencio, como hipnotizados por lo que estamos
sintiendo en estos momentos. El sol termina de hacer su aparición y sus rayos
empiezan a quemar.
Sin incidencias volvemos
al campamento y una vez bajamos de nuestros amigos, el desayuno nos espera. No
tengo ni gota de hambre, pero algo hay que comer. Café bien cargadito y un poco
de pan con aceite de oliva, otro con mantequilla y mermelada, y el típico zumo
de naranja, recién exprimido. Es un gran lujo. No necesitaría tanto, mas es lo
que ofrecen. Después de desayunar recogemos las pertenencias, y es cuando me
observo que mi mochila pequeña, donde llevo algo de comestible, ha sido
abordada por una colonia de hormigas… La dejé abierta… Craso error… No
sé cómo
pero han cortado la bolsa Zip donde llevo los frutos secos. Vacío la mochila e
intento retirar la mayor parte, pero son demasiadas. El resto las dejo. Se
morirán en dos días por si solas y sus cuerpos desaparecerán. Otro
misterio sin resolver… jejeje… Con todo cargado de nuevo en el coche, salimos a
desandar el camino de ayer. A mitad del recorrido y antes de alcanzar el
asfalto, pasamos por uno de los pozos de agua. En éste no paramos ayer, pero sí
que me fijé que había varios burros esperando a que alguien pasara por
allí y les sacara agua. Y efectivamente, ahora hay otro 4x4 que ha parado y les
está dando de beber. Cada día es una aventura para estos animales. Confían en
que todo les vendrá en el momento justo. Paciencia y fe, no les queda otra. Sin
agua no sobrevivirían. Y así, poco a poco alcanzamos la carretera y de nuevo
hacia Zagora. A pocos kilómetros antes de llegar a Zagora, paramos en
Tamegrute, un pueblito pequeño y muy pintoresco donde se trabaja, desde tiempos
ancestrales y de la misma manera, todo tipo de utensilios de barro. Los oficios
todavía son transmitidos de padres a hijos.
El dueño de la tienda más
importante de este mini pueblito nos hace un recorrido por el mismo, y por
donde fabrican lo que se vende. Nos explica que usan tintes naturales, con
minerales y vamos viendo todo el proceso. Es alucinante. Lo veréis en las fotos.
Su tez oscura indica que procede del África subsahariana y así nos lo confirma él.
Hace cinco generaciones, sus antepasados vinieron de Mali para establecerse aquí.
En esta zona hay muchos marroquíes de origen subsahariano, afincados ya en este
otro lado del Sáhara desde hace generaciones, y los que llegan hoy en día
escapando de sus países. Antes de entrar en su tienda, hay una mezquita
muy antigua, pero como de costumbre no está permitida la entrada a los no
musulmanes. Es algo que ocurre en todas las mezquitas del país. Lo respeto pero
no lo comparto. En Europa puedes entrar en las catedrales sin importar la
religión que proceses. En Irán o en Turquía, por ejemplo, está permitida la entrada a
sus mezquitas, pues entienden que el arte es universal. El chico de la parejita
(no recuerdo su nombre) se niega a entrar si a mí no me dejan, y eso que él es
musulmán. Enfadado le dice al que cuida la entrada que no es justo y que no está
de acuerdo con esta política. Y así, volvemos a la tienda del señor. Mis compañeros
de aventura tienen intención de comprar varios platos para regalar. Están a muy
buen precio, y de una calidad excelente. Se nota que Mohamed es respetado y que
conoce y le gusta su trabajo. No compro nada. Me queda todavía todo el viaje
por delante, y en las mochilas es muy probable que no lleguen sanos a casa. Nos
quedamos un momento a solas, mi hermano de corazón y yo, esperando que nuestros
amigos elijan sus platos. Me confirma que apenas ha podido dormir, igual que
yo. Me confiesa que nunca ha conocido a un extranjer@ tan igual a él mismo.
También se siente impactado. Por fin arrancamos de nuevo y ahora viene la cara
negativa de todo lo narrado hasta ahora. Por eso digo que el Universo y nuestro
plan siempre nos otorgan lo que precisamos, y no siempre lo que queremos.
Llegamos a Zagora y por
unos malentendidos que serían largos de explicar y que darían lo mismo, pues el
resultado fue el que fue, me veo en el coche de alquiler de estos chicos. Habían
dejado el coche alquilado en el hotel que durmieron la noche antes de la
excursión de ayer. Se dirigen a Ouazarzate, que está a tres horas de bus. Entro
a ver el hotel con Nadia (así se llama la chica). Es una casa tradicional
reformada, con su patio de palmeras y piscina. Cuando salimos han metido mis
mochilas en su coche y Mohamed le está dando la mano a mi compi, luego a su
chica, Nadia y finalmente a mí. Sé que por la situación no podemos
pedirnos los teléfonos delante de esta parejita y de los del hotel.
Culturalmente para él sería tan poco profesional que su reputación se vería
afectada. Y yo… no sé reaccionar, y eso que por mi cultura
no hubiera tenido reparo en pedírselo, pero tengo tanto sueño y calor que no
puedo ni procesar lo que está sucediendo. Supongo que a Mohamed le ocurre algo
parecido. En cuestión de segundos me veo metida en el coche, rumbo a la
siguiente ciudad, atravesando el abrumador y salvaje Valle del Draa. Después de
largo rato me doy cuenta que no tenemos los teléfonos y que no volveremos a
hablar jamás en esta vida. La carretera se me hace interminable, adelantado a
decenas de camiones camicaces y yo con mi mente en otro lugar. Al llegar a
Ouazarzate, estos chicos me acercan al hotel que había reservado hoy por la
mañana y nos despedimos afectuosamente. Les deseo un feliz Ramadán. Y cuando me
quedo a solas en mi habitación es cuando me siento triste. ¡Cómo he podido ser
tan torpe de no pedir y apuntar nuestros teléfonos! La
tristeza se torna en rabia e impotencia supina… y presiento que a Mohamed le sucede
lo mismo… Ya no hay vuelta atrás. Solo queda dar las gracias por lo acontecido…
y aquí voy poniendo punto final a esta narración.
Ahora ya en casa, de
vuelta de viaje os diré cómo acabo todo… Intenté de mil maneras hacerme
con su teléfono, mas sentía que el Universo no lo permitía.
Todas las posibles puertas se cerraban. No entraré en detalles para no
aburrir. Tan solo compartiros que fue difícil de aceptar. Y me quedaba todo el
viaje por delante. Con un trabajo personal profundo para entender y confiar en
el plan divino, acabé por aceptar, soltar y fluir. Con la
aceptación llegó la paz y volví al centro. El mensaje quedó entregado y yo… debo
seguir con mi misión. No debo distraerme. Hablé con Samir, pues él tenía el teléfono de
Mohamed, pero de momento me dice que debo esperar (también otra historia que
parece extraída del libro “El alquimista”). Otra lección a
transmutar. Aceptar que no podemos hacer lo que no esté en nuestra mano. Todavía estoy en proceso
de comprensión. La aventura continúa. Ya sabemos que nada es personal, él también
tendrá lecciones que integrar. A lo largo del viaje me encontré con varios mochileros, y
les recomendé su hotel y la excursión con su agencia. Lo uno no
quita lo otro. Su hotel está bien y gracias a Samir pude llegar a Erg Chigaga.
Y hasta aquí narraré, hermanos… Como os he dicho, el resto del viaje por
Marruecos fue espectacular, sobre todo en paisajes. Seguí conociendo a personas
maravillosas, con las que compartir y aprender… De todas tengo sus teléfonos… menos de
Mohamed… No importa ya demasiado… Grabado queda en mi corazón lo que aquella
noche mágica sucedió, agradecida por lo que sentí en las
dunas del Sáhara, pues nunca antes lo había experimentado con tanta
autenticidad y pureza. Trasmuté las emociones negativas,
las dejé expresar y acepté. Aprendí las lecciones y me
focalicé en todo lo que ya soy… Abundante y afortunada… La aceptación
es la base del Amor sin condiciones… Quien sabe lo que el destino nos tiene
preparado… Si está por volvernos a encontrar, así será.
Nada queda al azar… Maktub…
"Cuenta la leyenda
que solo se dicen adiós los que se han visto, pero nunca lo harán lo que se han
mirado. Ver y mirar son la medida del olvido y la memoria. Se puede ver sin
mirar, y mirar sin necesidad de ver. Cuando dos almas atraviesan el espejo de
la materia y la cáscara, y logran mirarse a los ojos, siempre se llevarán por
dentro" Ada Luz Márquez
"Me gusta pensar
que voy a verte. No sé en qué lugar, ni en qué estación o
circunstancia. No sé si hoy o mañana, en unos años o en
alguna otra vida. No sé si siendo niños, jóvenes o ancianos; en
forma de personas, de agua, de piedra, de flor y tierra, o lluvia y cielo. De
algún modo, nos volveremos a encontrar en algún tiempo en que nuestros destinos
coincidan nuevamente" Eric Leunam.
HASTA
ENTONCES, ETERNAMENTE AGRADECIDA…